En términos generales lo océanos juegan un rol primordial en las economías de los países costeros. Los espacios marítimos actúan como correas de transmisión para importaciones y exportaciones y aseguran el desarrollo de una economía abierta y competitiva. 


La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OCSE) asegura que el volumen de negocios generado por la industria oceánica podría duplicarse hasta los tres mil millones de dólares en 2030.

El  80% del tráfico comercial a nivel mundial depende de rutas marítimas y del idóneo funcionamiento de 10 chokepoints, o puntos de estrangulamiento. Alrededor de cuatro de estos cuellos de botella son determinantes y su paralización ocasionaría una dañina ralentización de la economía internacional. Fíjense en los estrechos de Malaca y Taiwán.

El primero es considerado la autopista más rápida para la circulación de mercancías desde Asia hasta Europa pasando por Oriente Medio. Un corredor marítimo tutelado por Indonesia, Malasia y Tailandia y que absorbe el 30% del comercio mundial, dos tercios del import-export de China y por el que transita el 80% de las importaciones de petróleo del gigante asiático.

Otro punto estratégico es el canal de Panamá, afectado por una inclemente sequía que dificulta su funcionamiento de vasos comunicantes. La temida parálisis no frenaría sólo el 5% del tráfico marítimo continental, sino que imposibilitaría la circulación naval del 40% de los contenedores estadounidenses y casi el 50% del comercio entre la costa este de Estados Unidos y Asia Oriental. Debido a la escasez de lluvias los caudales se han reducido un 50% con importantes repercusiones económicas.

Asimismo, otro lugar neurálgico del tráfico marítimo es el estrecho de Ormuz que involucra directamente a Irán, los Emiratos Árabes y el pequeño estado de Omán. Los ataques de los rebeldes hutíes a cargueros americanos por la ofensiva castrense de Israel en Gaza – Teherán incautó el buque portacontenedores MSC Aries – hacen peligrar el intercambio de productos estratégicos y el 30% del flujo mundial de crudo.

Tanto el estrecho de Bab El-Mandeb como el mediático Canal de Suez aseguran en condiciones optímales el 12% del tráfico a nivel global y el 22% del intercambio de contenedores. Cualquier parálisis operativa dificultaría el envío de un tercio de las exportaciones marítimas italianas y la recepción del 66% de sus importaciones.

Desde finales de 2023 los ataques de los rebeldes yemeníes a barcos occidentales que transitan por Bab El-Mandeb están ocasionando una importante reducción de casi el 40% de los intercambios a través del Canal de Suez. 

Según un informe publicado por el Global Maritime Hub, think tank de referencia sobre estudios marítimos, el coste de envío de un contenedor de 40 pies desde Shanghái hasta el puerto de Livorno (Italia) ha aumentado del 60% respecto a noviembre de 2023.

Los actuales 3700 dólares son una cifra muy inferior a la alcanzada durante la pandemia (14000), pero la endémica inseguridad geopolítica y la suspensión en las líneas de producción de varios astilleros por la escasez de suministros y componentes dificultan la necesaria operatividad de rutas marítimas esenciales para el comercio internacional. 

En este contexto, las aguas abiertas necesiten un renovado marco regulador debido a su enorme potencial y al desarrollo tecnológico. De momento el derecho internacional marca claramente los límites de la soberanía estatal y apuesta por un enfoque basado en la cooperación y el respeto mutuo.

FUENTE: El Mundo Financiero

 

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